A lo lejos, está de pie sobre la escollera
enfrentada al mar y sus olas
-indómitas a través de los siglos-
salvajes, la bañan mientras su capa
Brusca, la tarde se abre paso
A su noche de estragos
Y la deja aterida, temblando
en los tablones húmedos de lágrimas
y esas pisadas que ella respirara.
Sin embargo debe regresar
libre de la idea que expande
un sutil equilibrio.
Ha olvidado como suplicar
la respuesta de los desdeñados.
Y el día atraerá
sus heridos fragmentos hacia el borde
de esa cavidad como una boca
donde ella ha de refugiarse, inconsciente
de la vida y la muerte, vaciada.