Un poderoso hechicero, queriendo destruir un reino
colocó una poción mágica en un pozo del que todos sus habitantes bebían. Quien
tomase aquella agua, se volvería loco.
A la mañana siguiente, toda la población bebió y todos enloquecieron,
menos el rey, que tenía un pozo privado para él y su familia, donde el
hechicero no había conseguido entrar.
El monarca, preocupado, intentó controlar
a la población ordenando una serie de medidas de seguridad y de salud pública,
pero los policías e inspectores habían bebido el agua envenenada, y juzgando
absurdas las disposiciones reales, decidieron no respetarlas de manera alguna.
Cuando los habitantes de aquel reino se enteraron del contenido de los
decretos, quedaron convencidos de que el soberano había enloquecido y por eso
disponía cosas sin sentido. A gritos fueron hasta el castillo exigiendo que
renunciase.
Desesperado, el rey se declaró dispuesto a dejar el trono, pero la reina
lo impidió diciendo: Vayamos ahora hasta la fuente y bebamos también. Así nos
volveremos iguales a ellos.
Y así se hizo: el rey y la reina bebieron el agua de la locura y
empezaron inmediatamente a decir cosas sin sentido. Al momento sus súbditos se
arrepintieron: ahora que el rey estaba mostrando tanta sabiduría, ¿por qué no
dejarle gobernar?
El país continuó en calma, aunque sus habitantes se comportasen de
manera muy diferente a sus vecinos. Y el rey pudo gobernar hasta el fin de sus
días.
Extraído de Veronika decide morir:
Paulo Coelho.
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