Cuento VII: Lo que sucedió a una mujer que se llamaba doña Truhana. El Conde Lucanor -Don Juan Manuel.
Otra vez estaba hablando el Conde Lucanor con
Patronio de esta manera:
-Patronio, un hombre me ha propuesto una cosa
y también me ha dicho la forma de conseguirla. Os aseguro que tiene tantas
ventajas que, si con la ayuda de Dios pudiera salir bien, me sería de gran
utilidad y provecho, pues los beneficios se ligan unos con otros, de tal forma
que al final serán muy grandes.
Y entonces le contó a Patronio cuanto él
sabía. Al oírlo Patronio, contestó al conde:
-Señor Conde Lucanor, siempre oí decir que el
prudente se atiene a las realidades y desdeña las fantasías, pues muchas veces
a quienes viven de ellas les suele ocurrir lo que a doña Truhana.
El conde le preguntó lo que le había pasado a
esta.
-Señor conde -dijo Patronio-, había una mujer
que se llamaba doña Truhana, que era más pobre que rica, la cual, yendo un día
al mercado, llevaba una olla de miel en la cabeza. Mientras iba por el camino,
empezó a pensar que vendería la miel y que, con lo que le diesen, compraría una
partida de huevos, de los cuales nacerían gallinas, y que luego, con el dinero
que le diesen por las gallinas, compraría ovejas, y así fue comprando y
vendiendo, siempre con ganancias, hasta que se vio más rica que ninguna de sus
vecinas.
»Luego pensó que, siendo tan rica, podría
casar bien a sus hijos e hijas, y que iría acompañada por la calle de yernos y nueras
y, pensó también que todos comentarían su buena suerte pues había llegado a
tener tantos bienes aunque había nacido muy pobre.
»Así, pensando en esto, comenzó a reír con
mucha alegría por su buena suerte y, riendo, riendo, se dio una palmada en la frente,
la olla cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Doña Truhana, cuando vio la
olla rota y la miel esparcida por el suelo, empezó a llorar y a lamentarse muy
amargamente porque había perdido todas las riquezas que esperaba obtener de la
olla si no se hubiera roto. Así, porque puso toda su confianza en fantasías, no
pudo hacer nada de lo que esperaba y deseaba tanto.
»Vos, señor conde Lucanor, si queréis que lo
que os dicen y lo que pensáis sean realidad algún día, procurad siempre que se
trate de cosas razonables y no fantasías o imaginaciones dudosas y vanas. Y
cuando quisiereis iniciar algún negocio, no arriesguéis algo muy vuestro, cuya
pérdida os pueda ocasionar dolor, por conseguir un provecho basado tan sólo en
la imaginación.
Al conde le agradó mucho esto que le contó
Patronio, actuó de acuerdo con la historia y, así, le fue muy bien. Y como a
don Juan gustó de este cuento, lo mandó poner en este libro y escribió estos
versos:
En las cosas ciertas
confiad
Y las fantásticas evitad.
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